viernes, 27 de febrero de 2015

PURO TEATRO

El congreso de los Diputados se parece mucho, en su estética, a un teatro a la italiana del siglo XIX. Su forma semicircular, el color oscuro de sus maderas nobles y las viejas comedias que allí se desarrollan. El pasado miércoles tuvo lugar una nueva representación de una tragicomedia – o quizá comedia bufa- continuación de otra anterior titulada rimbombantemente “El Estado de la nación”. Los actores , los de siempre. La directora de escena jugaba apaciblemente con su juguete digital y los primeros actores se sacaban la piel a tiras con frases cariñosas y gestos grandilocuentes. Ese miércoles les tocaba actuar a los actores secundarios por lo que la sala presentaba media entrada. Todo discurría de forma previsible hasta que tuvo lugar un hecho inesperado: uno de los oradores, Joan Baldoví sufre un desvanecimiento. De repente, la tramoya parlamentaria se viene abajo y aparece la realidad: Aquellos actores se convierten en seres humanos. ¡Un médico, que venga un médico! Vienen varios a la carrera. Los rostros se tornan serios y se mezclan en el hemiciclo tirios y troyanos. Parece como si de repente todos se quitaran las caretas y pelucas. Ya nadie ríe ni patea. Ha entrado en escena el dolor . La escena recuerda ese momento de la verdad en la que el toro se lleva por delante al torero. Aquí no hay trampa ni cartón, sólo un hombre mostrando la fragilidad humana ante el infortunio. Por primera vez, desde hace mucho tiempo el viejo teatro parlamentario se parece a la realidad: angustia ante la desgracia. La orquesta desafinada de las descalificaciones ha parado y se oye el rumor preocupado de los que vuelven a ser personas y no personajes. Entonces uno piensa ¿Por qué no se quedarán así ya para siempre? ¿Por qué no abandonarán en el ropero sus viejos disfraces? A muchos nos gustaría verlos y oírlos así: sensibles ante el dolor de los otros, quitándose la chaqueta para ponérsela de cabecera a sus oponente. Escuchando y no abucheando, aplaudiendo a quien habla con verdad y no a quién dice el jefe de la claque. Diciendo lo que sienten y no lo que les escriben. Eso sí sería una buena función y no a lo que nos tienen acostumbrados. Pero no. La función tiene que continuar. Pasado el susto todos vuelven a sus marcas. Unos al ballet de dedos alzados en el aire, otros a la declamación monótona, con su papel en la mano, con sus trajes grises y sus corbatas. El viejo teatro de la Carrera de San Jerónimo no es rentable. No vende entradas. Si no fuera por las millonarias subvenciones que cobran sus señorías en dietas y prebendas tendría que cerrar. No gusta ni su música ni su letra. Le falta la sensibilidad ante el dolor, ante la desgracia. Le falta alegría, espontaneidad. Les falta afición, creerse lo que dicen, meterse en la piel de aquellos a quienes representan. Ha sido solo un susto.

martes, 10 de febrero de 2015

¿TODO ES UNA MIERDA?

Cada día abrís vuestros telediarios, vuestras portadas de periódicos, vuestros titulares de la radio para decirnos que TODO ES UNA MIERDA. Que tomemos pastillas para no soñar. Salimos a la calle cientos de miles de personas y lo único que se os ocurre es contarnos las cabezas por metro cuadrado, como si fuéramos reses de ganado. A ninguno de vosotros se le ocurre analizar que hay detrás de esas cabezas. Quienes son todos esos, esa gente qué querrá… No, sólo nos decís que TODO ES UNA MIERDA. Que todos son iguales, que somos unos ilusos, que nos va a pasar como a los griegos, que moriremos en las Termópilas. Salís ahí en vuestros platós de plástico,con vuestras corbatas italianas, con vuestros discursos prefabricados para decirnos cada día, cada minuto la misma monserga. Cocináis vuestras encuestas desde vuestros periódicos desde vuestros grupos editoriales , desde vuestras PRISAS, vuestros Luca de Tena, vuestros millonarios de la lista Falciani para decirnos que todo es LA MISMA MIERDA. Sembráis el venenoso árbol de la duda, para envenenarnos nuestros sueños. Como hicisteis con nuestros padres, con nuestros abuelos. No buscáis la denuncia, ni la verdad, sólo buscáis un objetivo: que todo siga igual. Queréis seguir con vuestro compadreo con el poder. Vosotros, el cuarto poder sois simplemente el poder, el viejo y putrefacto fondo de reptiles. Pero ,amigos, nos subestimáis. Nosotros no somos nuestros abuelos, nuestros padres jubilados. No. Nosotros tenemos estudios. Hemos ido al colegio, al instituto, a la universidad. Nos gusta leer libros. No es tan fácil engañarnos. Sabemos que cometeremos errores. Pero serán nuestros errores. No queremos los vuestros. Creíais que íbamos a estar toda la vida detrás de una pancarta, enarbolando nuestras queridas y raídas banderas, maldiciendo nuestra mala suerte. Pero eso se acabó. Queremos nuestro futuro y lo queremos ahora. Creéis que basta con echar basura sobre unos rostros conocidos y que todo se derrumbará. Pero erráis el tiro. Detrás hay miles de rostros anónimos. Aquí tenéis nuestros nombres, nuestros DNIs, nuestros números de cuenta corriente, nuestra declaración de la renta. ¿Qué vais a decir ahora de todos nosotros? No tenéis MIERDA para tantos.

domingo, 1 de febrero de 2015

TREINTA Y UNO DE ENERO.

31 de Enero. Anunciaban lluvia y frío para este sábado. Día de paraguas morados. Pero esta mañana luce el sol y corre un viento frío del Guadarrama. No iba o llover ¿ O sí? Tomo el metro en mi barrio. Las primeras gotas de gente empiezan a cubrir el andén. Parejas bien avenidas, grupos de mujeres con calzado cómodo. No es el público normal de un sábado normal. Buenos presagios. Una exalumna quinceañera viene a saludarme y a mostrarme de paso su chapa morada. Sonrisas, miradas de complicidad. Al tomar el tren de cercanías el chaparrón ciudadano ya es un aguacero. Los trenes vienen atestados. Pancartas enrolladas. No cabe ni un alfiler. Empujones como en el metro de Tokio. ¡Venga que podemos!...Carcajadas. La estación de Atocha es ya una tormenta tropical incluso con palmeras. En el vestíbulo un estrépito de voces :¡Sí se puede! ¡tic-tac-tic-tac! La gran plaza de Atocha es una riada de gente que anega el paseo del Prado. Son las 11:40. Rostros de alegre sorpresa. De descubrirnos unos a otros. Desde el norte, de la Plaza Castilla viene un viento que agita las banderas. La inundación llena la Plaza de Cibeles y los ojos de la Puerta de Alcalá…Las aguas suben. La más bella postal de Madrid: Alcalá con Gran Vía es una pleamar humana multicolor: morados republicanos y círculo morados que se suben a las vallas del Ministerio del Ejército. ¡Sí se puede!... ¡Pero no se puede pasar por ningún lado! Lluvia sin nubes. Sol de Madrid que quema. Gentes heterogéneas, ikurriñas en La Cibeles. Una mujer con un elegante sombrero y unos bellos ojos, ancianos caminando con dificultad pero con empeño. Familias con niños, barbas, muchas barbas y chicas, muchas chicas de veinte, de cincuenta años… La lluvia incesante de gente se sale de los márgenes : ya no hay aceras, se llenan los portales, las cafeterías, las calles adyacentes. El río , ya cerca de su desembocadura en la Puerta del Sol, se remansa, se para. Se oyen las cascadas de aplausos, los ecos de los discursos: ¡Nos gusta soñar, pero nos tomamos muy en serio nuestros sueños! Tenía que llover y llovió a cántaros. Este frío y magnífico sábado, 31 de enero de 2.015.