domingo, 29 de marzo de 2015

VERDES PRADERAS.

De todos los pequeños tesoros que tienen las montañas yo me quedo con las praderas. Esas altas praderas de montaña que aparecen siempre de improviso, como una visión, como una verde sorpresa. Sube uno por un bosque umbrío, sin perspectiva, y de repente... aparece, siempre de golpe y porrazo, ese claro, ese corro de peñas rodeado de un césped húmedo adornado, a menudo, por un corro de moñigas de vaca.
Entonces, ellas, las altas praderas te dan una justificación para tan largo trecho trepando entre arroyos y estrechos senderos. Son una metáfora de esa otra larga marcha que es la vida. Caminando, sin saber por dónde ni por qué, hasta que uno llega a algún sitio. Y es entonces cuando uno se para a pensaar. ¿mereció la pena tanto esfuerzo? ¿era aquí dónde yo quería llegar o fue tan solo la casualidad, un fallo en nuestro itinerario? Es muy cierto que los árboles no dejan ver el bosque. Y yo, que en este momento me encuentro sumido en un bosque vital donde es difícil ver el bosque estando uno rodeado de tanto tronco, de tanto alcornoque, de tanto tarugo...¡Ah, que bien viene encontrarse con el resplandor de un collado, de un hueco clarividente en medio de este bosque de dudas y oscuros pinares...
El viernes 27 pasado hice una escapada, un poco a lo loco por las praderas de Cercedilla. Quien no las conozca es porque no le da la gana, porque son muy accesibles y basta para llegar a ellas un par de zapatillas y otro par de horas. Partiendo de las Dehesas de Cercedilla, se sube un ancho camino que puede hacerse con la familia el perro o con uno mismo y en una hora se llega a la espléndida pradera de Navarrulaque. Anteriormente habremos pasado por los miradores de los poetas. Es obligado sentarse en un cómodo banco de madera que está puesto a propósito para recordar al santón de los maestros españoles: Don Francisco Giner de los Ríos. Allí me comí un plátano que no cambiaba yo por todo el oro del mundo. Grato el sol, grata la hierba y grata la soledad compartida con los carbonerillos y otros pájaros cantores.
Desde allí se puede continuar la búsqueda de otra hermosa pradera: La de Majalasna.Esta, más alta (1.910 m) está a tiro de cuarenta y cinco minutos donde un par de cuestas nos harán valorar más el hallazgo. Como pasa en la vida. Lo que uno busca , a veces , no se encuentra tan claramente. Allí había caído la niebla y la hierba se mezclaba con la nieve. Su soledad, su silencio tenía un punto de tristeza. ¿Pero hay algo que sea realmente bello que no tenga un punto de tristeza?-Me cago en la leche, ya me estoy poniendo cursi....
El pico de Majalasna que da nombre a esta pradera, es como la gran muela de un gigante. Es el séptimo de los siete Picos - o el primero, depende desde dónde se mire- y el más bajito. Así que con ese prurito estúpido que tenemos los frikis de la montaña me subi a él cruzando un camino de nieve sin pisar, que siempre da categoría. El viento soplaba con un poco de mala leche así que una vez cumplido el ritual me baje arrastrando el culo de forma no muy honrosa, con más cangüelo que prudencia.
Desde allí, se puede continuar el camino hasta el Collado Ventoso por una senda que llaman de los Alevines. De alevines nada , el viernes la senda era de agarrarse los machos: hielo y un ventarrón que me convencieron para volver por el mismo sitio hasta la anterior pradera de Navarrulaque.Allí, di buena cuenta de un bocata y me volví silbando una cancioncilla hasta el punto de partida. Acercaros hasta allí. Quedaros un rato. Poneros en paz con vosotros y con el mundo en una grata y recoleta pradera guadarrameña. Luego, ya veréis como me dais la razon.

martes, 24 de marzo de 2015

UN CUENTO PRIMAVERAL

Érase una vez una linda idea. Un día salió a la calle, alegre, con su vestido nuevo, su rostro joven. La gente se la quedaba mirando. La verdad es que era un primor. Hacía mucho tiempo que no se veía en la ciudad algo parecido. La linda idea estaba en boca de todos y pronto, quizá demasiado pronto, alcanzó notoriedad. La linda idea no sólo era bella; era audaz, contestona, atrevida, un poco marisabidilla…Y entonces surgieron los recelos de otras ideas más viejas y circunspectas. Las señoras ideas conservadoras la tildaban de indecente, con ese vestido tan liviano, con esos labios tan sensuales. Algún gacetillero de colmillo retorcido, se arrimó a ella, a ver si podía verle las bragas, para intentar manosearla y así acusarla de ser un poco ligera de cascos. Querían mancharla el vestido ese tan liviano que le hacía ser tan atractiva. Pero la linda idea siguió caminando por la Calle Mayor siendo centro de todas las miradas. Algún intelectual sesudo, de esos que toman gin tonics en los cafés hasta altas horas de la vida, la tildó de ser una linda idea carente de ideología. Ellos, guardianes de la ortodoxia prefieren a esas otras musas más literarias que encarnan la mística de los perdedores. Son como el Rick de Casablanca, que se quedan en tierra para apagar la luz. Definitivamente esa linda idea no se parecía a Ingrid Bergman. La linda idea, a su paso tuvo que escuchar a grupos de señoritos de bigotillo que le cerraban el paso para decirle ordinarieces y requiebros de mal gusto. A pesar de todo la linda idea siguió por la avenida haciendo sonar sus tacones por la acera. Se alisó el vestido, respiró hondo y con su mejor sonrisa les hizo a todos un corte de mangas.