viernes, 4 de agosto de 2017

LOS PUEBLOS HOSCOS

Fray Antonio de Guevara escribió hace siglos «Alabanza de aldea,menosprecio de Corte».De aquella obra que pocos habrán leído,incluido este que escribe,surge  según dicen,un tópico muy extendido entre nosotros los urbanitas sobre las bondades de la sociedad rural frente a los vicios de la ciudad irrespirable.
Para los que nos criamos en el medio hostil de calles ruidosas y semáforos,el campo,los arroyos y el canto del gallo son sinónimos de paz,de vida humanizada.
Yo así también lo creo y por eso paso mis vacaciones en alojamientos rurales,salgo al monte con frecuencia y tengo asociado a momentos de felicidad el eco de las esquilas en los verdes valles.
Pero quiero hoy comentar otros aspectos no tan agradables del medio agrario que he podido presenciar y padecer y no me refiero a tábanos ,ortigas y otras incomodidades campestres,no,sino al carácter huraño de algunas  de sus gentes que por allí moran, al gélido recibimiento que algunos dan al viajero que por allí asoma, a las miradas de desconfianza que le echan a ese forastero de cámara fotográfica al cuello y pantorrillas al aire.
Insisto en lo de algunas,ciertas personas...pues la generalización sería en todo caso además de injusta, torpe y reprochable.
Pero ,si lo traigo aquí ,es porque no es raro y porque seguro que muchos de lo que esto lean vendrán a darme la razón.O no.
Hablo de esos paisanos que contestan con monosílabos cuando les preguntas por un camino,y hay que sacarles una pequeña información con requerimiento judicial.
Me refiero a aquellos clientes del bar del pueblo que se vuelven para mirarte mientras golpean la mesa con la ficha de dominó y te hacen sentir como un judío en Auswich.
Esas gentes para quien eres "...ese de fuera",un forastero,aunque lleves veraneando treinta años allí.
Estoy hablando de esos paisanos que dejan sueltos a sus mastines por el monte para ahuyentar a lobos de dos patas vestidos de quechua.
Y ello porque estas gentes parten de la base de que el campo es y será siempre suyo y no acaban de entender a qué va esa gente ociosa por sus prados y senderos.
«¿Van ustedes a subir hasta aquel collado?¿Para qué?—Nos decía un día un señor de edad,rascándose por debajo de la boina—.¡ Alli no hay na!»
Gentes que ven derrumbarse un mundo rural que agoniza y no quieren testigos.
Desconfían de los visitantes, de planes de desarrollo turístico,de quien abre un restaurante o un parque de ocio.
Mire usted ,aquí no queremos ni piraguas ni tirolinas ni leches....
Lo queremos así, como está,es decir:ruinoso,triste y abandonado...
Son gente que te vigila a través del visillo para que no le robes una nuez,o unas castañas. 
Ponen cristales rotos  y alambre de espino en su tapia para proteger una bicicleta vieja y un burro lleno de moscas.
Vallas,cercas,lindes,mojones,paso prohibido,propiedad particular,y detrás,malas hierbas,mugre,nada...
Se viene diciendo que el mundo rural desaparece desde hace  más de cincuenta años,cuando,Camilo José Cela recorría la Alcarria,sin embargo cada vez más  y mejor gente lo elige como destino vacacional o de ocio. Entre esa gente hay de todo , pero tengo la impresión que suele ser un público respetuoso y educado que va al campo porque le gusta. Que viene huyendo de la masificación y del turismo insostenible.
Así lo entienden jóvenes y no tan jóvenes emprendedores que ,con no pocos esfuerzos y mucha ilusión ponen en marcha proyectos que atraen a gente a esos gratos lugares.

Gracias a ello se ha vuelto a oír gritos de niños en las pozas de sus ríos, se vuelve a beber el agua de los caños de la plaza y se vuelven a habitar esos frescos caserones restaurados.
Habrá que evitar ,desde luego,el impacto negativo de algunos indeseables ,exigir respeto a las gentes,patrimonios y costumbres del lugar,pero deberán convencerse los habitantes de ciertos pueblos hoscos  que del mismo modo que todo el mundo tiene derecho a pasear por las Ramblas o por la Puerta del Sol ,porque son lugares públicos, también todo el mundo tiene derecho  a pasear por la plaza del pueblo, o contemplar los prados,porque el aire y las viejas piedras también deben ser de todos.

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