jueves, 26 de enero de 2017

¿NOS PAGAN POR ENSEÑAR O POR AGUANTAR?

Seguramente algunos de vosotros habréis leído la carta que una profesora andaluza escribe a su claustro.
Ella en realidad la llama arenga, en la que carga contra la mala educación de los alumnos y el exceso de proteccionismo de los padres.
Es un discurso cargado de amargura, de un dolor sentido y sincero.
( ver aquí).
Creo comprender su estado de ánimo pues uno, después de tantos años de docencia, ha  pasado ya por algún que otro calvario, por los áridos desiertos de la decepción y la incomprensión.
Sin embargo me preocupa que la amplia difusión que ha tenido esta diatriba,este grito de indignación, se convierta una vez más en bandera de confrontación, de llamada al combate ( eso significa la palabra arenga), y todo ello partiendo de un planteamiento que no por sincero y comprensible tiene que ser totalmente acertado.
Hay un párrafo clave en dicha disertación que dice :" A mi me pagan por enseñar no por aguantar" Incluso en su último párrafo termina diciendo " A mí me gusta enseñar y trasmitir".
Aquí, es donde yo quisiera que reflexionáramos, al menos los que nos dedicamos y vivimos de esta profesión.
Me pagan para enseñar, no para aguantar...
Pero cuando una maestra recibe a un niño por la mañana con una tremenda rabieta porque no quiere separarse de su madre y le tira los juguetes al suelo o a la cara...¿Le pagan por enseñar o por aguantar?
Cuando un niño se duerme en clase  porque tiene sueño o no ha desayunado?..A ese maestro ¿le pagan por enseñar o por aguantar?
Cuándo tenemos que separar a dos "pandilleros" de ocho años que se lían a puñetazos por un gol que no ha sido y aún nos llevamos una patada en la espinilla , ¿Nos pagan por enseñar o por aguantar?
Creo que nadie pondrá en duda que un profesor tiene que tratar de consolar a un niño enrabietado de cuatro años, que tiene que hacer cualquier cosa para que un niño no pase hambre o sueño o que no rompa la nariz a otro..Entonces ¿Nos pagan por enseñar o por aguantar?
Corre también por la red una frase afortunada que dice algo así como " A la escuela se viene a aprender, la educación se trae de casa".
No dudo que la intención con que se dice sea buena y plausible.Efectivamente los modales se deben aprender en la familia. Pero si la pensamos bien es un profundo error.
Casi nadie viene a la escuela educado. Por suerte o por desgracia, no estoy muy seguro. Es más, la escuela es la única posibilidad que algunos niños y jóvenes van a tener de encontrarse con ella. Con la educación.
Es verdad que las escuelas, los institutos no pueden hacer milagros. Que no pueden suplir a los padres, pero puede que sean el último reducto donde estos chicos encuentren una referencia de los que es ser justo, ser comprensivo y no complaciente, ser tan estricto como afectuoso, ser tan enérgico como flexible.
El adolescente en su instituto no lloriquea, no tiene rabietas sino que interrumpe, molesta, provoca..Pero suele hacerlo por la misma razón que su hermano pequeño de la escuela infantil: porque reclama atención, se siente desorientado, en guerra total y busca en el aula lo que nadie le da en casa o en el barrio. Alguien dijo que todos queremos ser admirados, y si no temidos, y si no odiados, pero nunca ignorados.
Eso es lo que hacen los alumnos de esa profesora andaluza, a la que mando un abrazo, porque sé la gran desolación que debe sentir cuando dice que al entrar en clase es "como si entrara el aire por la ventana".
¡Qué dura es esta profesión , a veces, muchas veces!Por eso necesita estar permanentemente en revisión, en crisis, replanteándose las certezas,recogiendo esos retos que nos hacen tirar la toalla.
Yo le diría a esta compañera que hiciera como hace la profesora de Infantil cuando para la clase y les explica a todos que este niño llora por algún motivo y que eso nos importa a todos.
Parar la clase. Paremos , si es preciso, el teorema de Pitágoras,las subordinadas de relativo,las rocas metamórficas, porque, en definitiva nos pagan para...educar y sí, eso requiere aguantar, sin renunciar nunca a nuestra dignidad, requiere comprender lo incomprensible. Apartar el programa en un rincón de la mesa,por un momento, para hablar, para escuchar, para enfrentar problemas  que no se resuelven con la ecuación de segundo grado, es más que a veces no se resuelven, pero que si no lo intentamos nosotros, es muy probable que nadie lo haga.
Ser profesor viejo no tiene muchas ventajas.Bueno, quizá una: entras en la "ley de la relatividad".
Aprendes que, como decían en aquella película "Amanece que no es poco", todos somos contingentes.
Que aquel tema que queríamos impartir tan bonito, que es tan importante y a nosotros nos gusta tanto, a nuestro alumnos les importa un carajo. Es así,es la ley de la relatividad.
Que ese padre que pasa de sus hijos más que de comer hierba te exige a ti que hagas lo que él no ha hecho en su vida. Sí, la ley de la relatividad. Que no tenemos para comer pero tenemos un ipad... la ley de la relatividad...
Pero en esa ley (que Einstein me perdone) el espacio y el tiempo juegan a nuestro favor. Al final a todos nos pone en nuestro sitio.Sí, amiga,nuestros alumnos no tendrán el más mínimo recuerdo de las "Coplas a la muerte de su padre" que a ti y a mi nos emocionan, pero no olvidarán nunca el día que paraste la clase para explicar que aquel alumno que fue expulsado por dar una patada a la papelera e insultar al profesor, como Jorge Manrique lloraba la muerte de su padre.


sábado, 21 de enero de 2017

LOS PROFES DE LA E.G.B.




 Se van.
Recogen sus cosas de la clase en una cartera,apagan la luz y se van.
Llegaron en los ochenta. Con sus gafas de pasta,su barba, sus pantalones de pana, sus faldas demasiado largas o demasiado cortas.
Llegaron a centenares, llenando colegios hechos a toda prisa a los que pusieron nombre de poetas o de viejos pedagogos proscritos.
Sabían poco o muy poco pero llegaron con una inmensa sed de aprender a enseñar.
Pintaron los muros grises de las escuelas con dibujos infantiles.
Querían cambiar el mundo con papel continuo,unos pinceles y unos botes de témpera.
Aprendieron en las escuela de verano a bailar, a tocar el pandero,a hacer pasta de papel o a conocer el nombre de los árboles y de los pájaros.
Se contagiaban unos a otros su ignorancia y la urgencia de cambiar una España aún demasiado sucia, demasiado triste.
Se quitaron el don para tutearse con la gente. Ahora los maestros eran solo Jesús, Joaquín,Paloma, Javier ,Nieves,Isidoro o Fernando.
Llenaron las bibliotecas de libros y de algún lector. La literatura infantil y juvenil se puso de moda y empezó a ser algo más que Julio Verne o  Salgari.
Aquellos profes volvieron a sacar a los chicos al campo, a ver las montañas, los ríos, más allá de los Atlas.
También a las calles de los barrios rescatando los carnavales, con ropas viejas y cabezudos de cartón.
Con sus propios errores y con los ajenos fueron perdiendo  por el camino sus utopías. No todas.Quizá la mayoría.
Soportaron el capricho y la estupidez de los políticos y legisladores.Protestaron a veces. Poco, no lo suficiente. No les escucharon nunca.
De progres e ilustrados pasaron a ser analfabetos digitales. Pero todo se aprende si se quiere. Mal, pero se aprende.
Y -como dice la canción- el tiempo pasa y nos vamos haciendo viejos. Menos para los alumnos. Ellos los siguen viendo como siempre, aunque tenga la misma edad que sus abuelos.
Cada año en el colegio se jubila uno o dos y deja la escuela en esos días azules, con ese sol de la infancia.
Sus primeros alumnos tienen ya cuarenta años o casi. Son los famosos millennials .Algunos son parados o médicos, enfermeros, abogadas, taxistas incluso algún profesor. Son el resultado de años de trabajo sin ver nunca el fin ni el principio.
No todo fue inútil. Los hay generosos, con talento y un punto de rebeldía.Viven en España y algunos-demasiados- también en el extranjero.
Puede que paseen más por internet que por la calle.Tal vez alguno dejó colgado los estudios y el futuro y se mire las manos vacías. Eso, amigo, no se aprende en la escuela, por desgracia.
Pero sobrevivieron a la EGB, al viaje de fin de curso a Mallorca, a los amores y desamores, a la desilusión y ahora a la crisis económica.
La mayoría rechazan la idea de que nada cambiará. Lo aprendieron coloreando con plastidecor y rotuladores Carioca ,oyendo las viejas canciones que hablaban de que los piratas pueden ser honrados y los príncipes, malos.Que a los lobitos buenos les maltraban los corderos, y por eso, ellos no quieren ser ni corderos ni borregos.
Se van los profes de la EGB con el pelo gris o sin pelo. Pero se van contentos. Hicieron lo que pudieron. Más o menos. Así que se sienten pagados cuando les reconoce por la calle la sonrisa tímida de una exalumna o  reciben el abrazo de un muchachote con entradas que quizá se llame Sergio ¿o era Iván?
Entonces , nuestro corazón se alegra. Luego  recogemos nuestras cosas y decimos, diremos adiós.
Felipe Gutiérrez. Profesor de EGB.