jueves, 17 de agosto de 2017

CAÑAS Y BARROS




Maribel sale a pasear por esa estrecha franja de tierra que atraviesa las salinas y ese mar que llaman Menor y otros mar Muerto.
Cogió sus quinientos euros ahorrados durante todo el invierno y se fue una semana de vacaciones,dejando su barriada y sus malos rollos.
Se mira al espejo y comprueba el esplendor de la mujer madura. Por eso va a Lopagán, a los barros. Allí nadie es demasiado viejo ni demasiado joven, demasiado alto ni demasiado ancho, demasiado blanco ni demasiado renegrido.
Se va cruzando con gentes que parecen un muestrario de liquidación de outlets, con ropas deportivas de colores chillones siderales, amarillos y anaranjados fosforescentes.Otros,en cambio, usan gorras y camisetas de marcas de pinturas y talleres de reparación de automóviles.
Maribel piensa que en aquel lugar podría ponerse una sucursal de la junta municipal del distrito de Canillejas-San Blas.
Encuentra una familia reptando por una acequia de lodos oscuros, de allí salen todos embadurnados hasta los ojos. Cuando vuelven al paseo parecen buzos vestidos con un extraño traje de neopreno orgánico. Luego, cuando se les seca, se convierten en  grises aborígenes de Nueva Guinea que se hacen selfies sin cesar.
Maribel luce un bonito pareo que compró en las rebajas y se siente bien recibiendo la brisa cálida del mar. Está contenta de poder disfrutar de este paraje que frecuenta la retaguardia de la clase obrera española y comunitaria .

Por allí desfila incesantemente,el mayor parque de bicicletas BH plegables con guardabarros oxidados de toda España.Una reedición de Verano Azul treinta años después.
Maribel siente el sol en sus hombros y sed en la boca pero sigue caminando en esa procesión de peregrinos rumbo a los molinos, ya cerca de la Manga.
Huele a salitre y a cieno, y un poco a libertad.
En el horizonte ondean las finas palmeras levantinas junto a montañas de sal.Una bruma tenue envuelve el salinar.  "Y ya estarán los esteros rezumando azul del mar, dejadme ser salineros, granito del salinar" Decía Rafael Alberti.
Nadie resulta aquí chocante ni fuera de lugar, aunque lleve la ropa tan descolorida como su vida.
Se cruza con un hombre que lee,mientras camina ,un folleto de alcohólicos anónimos.Detrás va un matrimonio. Él toma la mano de su mujer haciendo caso omiso del ictus que sufrió el año pasado.
Las gaviotas vuelan y también algunos espumarajos de sal que impulsa el viento,como papelillos verbeneros.

Por la tabla del mar-laguna, navegan pequeños barcos de vela impulsados por el viento de África.
Las penas y la soledad, con mar son menos.
Los barros tapan las cicatrices de la columna vertebral y dan calor para calmar los dolores de rodilla. Eso dicen, al menos.
A la vuelta,Maribel encuentra el entoldado de un chiringuito.Allí, la cerveza Estrella de Levante resbala barbilla abajo, rumbo a los ombligos. Llega el apetitoso aroma de un arroz con rape y un tumulto de voces de niños.
Maribel se sienta en una silla a la sombra y enciende un cigarro. El calor es severo, y húmedo casi al el borde de la lipotimia, pero se siente a gusto quizá por primera vez en este semestre. No estuvo mal decidirse a tomar aquel autobús,ella sola, en la estación de Méndez Álvaro y dejar atrás la M30 y los turnos y los festivos laborables, y cruzar los secarrales de Cuenca y mirar la autovía que lleva hasta el cielo.
Recuerda aquella canción de su lejana juventud que ella transforma:
"A la playa
que ya es hora
de pasearnos a cuerpo,
y mostrar que pues vivimos..."
¡Bien,Maribel, pide otra birra, que yo la pago!

























viernes, 4 de agosto de 2017

LOS PUEBLOS HOSCOS

Fray Antonio de Guevara escribió hace siglos «Alabanza de aldea,menosprecio de Corte».De aquella obra que pocos habrán leído,incluido este que escribe,surge  según dicen,un tópico muy extendido entre nosotros los urbanitas sobre las bondades de la sociedad rural frente a los vicios de la ciudad irrespirable.
Para los que nos criamos en el medio hostil de calles ruidosas y semáforos,el campo,los arroyos y el canto del gallo son sinónimos de paz,de vida humanizada.
Yo así también lo creo y por eso paso mis vacaciones en alojamientos rurales,salgo al monte con frecuencia y tengo asociado a momentos de felicidad el eco de las esquilas en los verdes valles.
Pero quiero hoy comentar otros aspectos no tan agradables del medio agrario que he podido presenciar y padecer y no me refiero a tábanos ,ortigas y otras incomodidades campestres,no,sino al carácter huraño de algunas  de sus gentes que por allí moran, al gélido recibimiento que algunos dan al viajero que por allí asoma, a las miradas de desconfianza que le echan a ese forastero de cámara fotográfica al cuello y pantorrillas al aire.
Insisto en lo de algunas,ciertas personas...pues la generalización sería en todo caso además de injusta, torpe y reprochable.
Pero ,si lo traigo aquí ,es porque no es raro y porque seguro que muchos de lo que esto lean vendrán a darme la razón.O no.
Hablo de esos paisanos que contestan con monosílabos cuando les preguntas por un camino,y hay que sacarles una pequeña información con requerimiento judicial.
Me refiero a aquellos clientes del bar del pueblo que se vuelven para mirarte mientras golpean la mesa con la ficha de dominó y te hacen sentir como un judío en Auswich.
Esas gentes para quien eres "...ese de fuera",un forastero,aunque lleves veraneando treinta años allí.
Estoy hablando de esos paisanos que dejan sueltos a sus mastines por el monte para ahuyentar a lobos de dos patas vestidos de quechua.
Y ello porque estas gentes parten de la base de que el campo es y será siempre suyo y no acaban de entender a qué va esa gente ociosa por sus prados y senderos.
«¿Van ustedes a subir hasta aquel collado?¿Para qué?—Nos decía un día un señor de edad,rascándose por debajo de la boina—.¡ Alli no hay na!»
Gentes que ven derrumbarse un mundo rural que agoniza y no quieren testigos.
Desconfían de los visitantes, de planes de desarrollo turístico,de quien abre un restaurante o un parque de ocio.
Mire usted ,aquí no queremos ni piraguas ni tirolinas ni leches....
Lo queremos así, como está,es decir:ruinoso,triste y abandonado...
Son gente que te vigila a través del visillo para que no le robes una nuez,o unas castañas. 
Ponen cristales rotos  y alambre de espino en su tapia para proteger una bicicleta vieja y un burro lleno de moscas.
Vallas,cercas,lindes,mojones,paso prohibido,propiedad particular,y detrás,malas hierbas,mugre,nada...
Se viene diciendo que el mundo rural desaparece desde hace  más de cincuenta años,cuando,Camilo José Cela recorría la Alcarria,sin embargo cada vez más  y mejor gente lo elige como destino vacacional o de ocio. Entre esa gente hay de todo , pero tengo la impresión que suele ser un público respetuoso y educado que va al campo porque le gusta. Que viene huyendo de la masificación y del turismo insostenible.
Así lo entienden jóvenes y no tan jóvenes emprendedores que ,con no pocos esfuerzos y mucha ilusión ponen en marcha proyectos que atraen a gente a esos gratos lugares.

Gracias a ello se ha vuelto a oír gritos de niños en las pozas de sus ríos, se vuelve a beber el agua de los caños de la plaza y se vuelven a habitar esos frescos caserones restaurados.
Habrá que evitar ,desde luego,el impacto negativo de algunos indeseables ,exigir respeto a las gentes,patrimonios y costumbres del lugar,pero deberán convencerse los habitantes de ciertos pueblos hoscos  que del mismo modo que todo el mundo tiene derecho a pasear por las Ramblas o por la Puerta del Sol ,porque son lugares públicos, también todo el mundo tiene derecho  a pasear por la plaza del pueblo, o contemplar los prados,porque el aire y las viejas piedras también deben ser de todos.