martes, 27 de noviembre de 2018

Una escuela de dos mil años.


En mitad de la meseta, cerca de un río crece una ciudad romana:Complutum.Debió ser la capital de esta parte central de Hispania. Hace unos dos mil quinientos años.
En los suburbios de ésta, apenas a un kilómetro de allí,una familia patricia, los Annios sufragan la construcción de una escuela de jóvenes. A su cargo algún pedagogo de origen griego.
Hay que imaginarse a este casi centenar de muchachos caminando desde sus casas para asistir a sus clases. Más o menos como hacen nuestros adolescentes camino del Instituto.
Lo diferente, lo que me llama la atención es el concepto con el que se crea esta escuela, y es de suponer otras como ella a lo largo y ancho del imperio romano.
Este colegio de jóvenes que construye y decora un tal Hypólito es un prodigio de diseño escolar del que nuestras escuelas están no a dos mil años de distancia, sino a años luz.
En estas bancadas semicirculares(Tres y enfrente otras tres) llamadas Hexedras se sentaban los alumnos al aire libre, bajo un emparrado que les protegiera del sol para escuchar a su maestro, hacer sus preguntas o dirimir debates.¡Qué diferentes de nuestros pupitres colocados en fila frente al profesor!

En el patio central o atrium, el artista Hypólito construyó estos magníficos mosaicos donde se recrea la fauna conocida del mar Mediterráneo: morenas, delfines,pulpos ,crustáceos y todo tipo de peces que unos muchachos sacan con sus redes. Francamente, nada que ver con los power point que ven nuestros alumnos hoy.
Toda la escuela dispone de paseos porticados por los que los alumnos deambulan detrás de su profesor que les imparte clases peripatéticas: andar ,hablar y escuchar, una mezcla perfecta.
Nada que ver con la inmovilidad a la que se condena a los niños de nuestras escuelas en los últimos mil años.
Piscinas de agua templada, caliente y fría donde los alumnos, además de practicar la higiene siguen escuchando y charlando. Toda un tratado de acuaterapia que buscaba la relajación de los jóvenes. Bastante distinto a esas estresantes sesiones de piscina "aprenda usted a nadar en media hora" a las que se les somete a ellos y a los pobres maestros y maestras que les llevan.
Soy consciente de que no podemos caer en la exageración de pintar una escuela idílica. De seguro que se oirían broncas de los maestros, se escaparían algunos zurriagazos y otros castigos que hoy nos causarían repulsa.

Cada contexto histórico tiene sus luces y sombras. Lo que quiero decir es que me sorprende como no hemos heredado de aquellos antepasados ningunas de estas ideas tan innovadoras.
 Siempre me pareció triste y empobrecedor el concepto arquitectónico de nuestros centros escolares, donde todas las aulas son iguales, no existe ningún planteamiento  educativo de los exteriores, tan solo pistas deportivas y algún árbol mortificado. Ni jardines, ni aulas abiertas a la naturaleza.En la casa de Hypólito se han encontrado restos de plantas exóticas traídas a propósito hasta aquí, incluso animales: patos, gallinas y pelícanos, que harían las delicias de los chicos ( quizá no tanto de los animales)
Tampoco se me escapa que esta escuela era para los hijos de las gentes pudientes de la ciudad. La inmensa mayoría de los muchachos humildes no irían a la escuela y  trabajarían en talleres granjas y campos de los alrededores.
No sé si con la cristianización del Imperio Romano, y la influencia decisiva de la Iglesia en la educación cambiaría también la idea de cómo debían de ser las escuelas. Lo cierto es que esta escuela de Hypólito es bien distinta a esas aulas clericales de siglos posteriores, a cargo de dómines y frailes que repiten monótonamente rezos y latinajos. Conceptos no sólo arquitectónicos sino incluso filosóficos de lo que debe ser la educación para los jóvenes
A mí desde luego, por lo que las piedras me muestran, me hubiera gustado ser alumno o maestro en el Colegio de Hypólito de Complutum más que en algunos centros destartalados e inhóspitos en los que me ha tocado vivir y trabajar.

viernes, 2 de noviembre de 2018

Jubilatas. Gerardo y Fanny.


Pasean por el parque. Gerardo siempre delante, Fanny se entretiene mirando las flores, los  pájaros.
-¡Vamos , Fanny, que te enrollas con cualquier cosa!
Hubo un tiempo, no mucho, en que fue al revés. Ella iba delante y él la seguía con la lengua fuera.
Llevan juntos casi quince años. Acompañando soledades, envejeciendo juntos, cada uno a su ritmo.
Son una pareja de jubilados bien avenida. Gerardo monologa sobre el tiempo, las aves que cruzan el cielo camino de África. Sobre todo y sobre nada. Sabe que ella no le contestará. Pero a él , qué le importa.
-Ya va siendo hora de irnos a comer. Hoy he sacado del congelador unas albóndigas y coceremos un poco de pasta. ¿Te apetece?
Noviembre se estrenó con un sol benévolo después de la lluvia fría y del viento.
Salen del parque.Él se la queda mirando y sonríe.
-¡Vamos, pequeña, te pondré la correa, que vamos a cruzar la calle.