martes, 24 de marzo de 2015
UN CUENTO PRIMAVERAL
Érase una vez una linda idea.
Un día salió a la calle, alegre, con su vestido nuevo, su rostro joven.
La gente se la quedaba mirando. La verdad es que era un primor.
Hacía mucho tiempo que no se veía en la ciudad algo parecido.
La linda idea estaba en boca de todos y pronto, quizá demasiado pronto, alcanzó notoriedad.
La linda idea no sólo era bella; era audaz, contestona, atrevida, un poco marisabidilla…Y entonces surgieron los recelos de otras ideas más viejas y circunspectas.
Las señoras ideas conservadoras la tildaban de indecente, con ese vestido tan liviano, con esos labios tan sensuales.
Algún gacetillero de colmillo retorcido, se arrimó a ella, a ver si podía verle las bragas, para intentar manosearla y así acusarla de ser un poco ligera de cascos. Querían mancharla el vestido ese tan liviano que le hacía ser tan atractiva.
Pero la linda idea siguió caminando por la Calle Mayor siendo centro de todas las miradas.
Algún intelectual sesudo, de esos que toman gin tonics en los cafés hasta altas horas de la vida, la tildó de ser una linda idea carente de ideología. Ellos, guardianes de la ortodoxia prefieren a esas otras musas más literarias que encarnan la mística de los perdedores. Son como el Rick de Casablanca, que se quedan en tierra para apagar la luz. Definitivamente esa linda idea no se parecía a Ingrid Bergman.
La linda idea, a su paso tuvo que escuchar a grupos de señoritos de bigotillo que le cerraban el paso para decirle ordinarieces y requiebros de mal gusto.
A pesar de todo la linda idea siguió por la avenida haciendo sonar sus tacones por la acera. Se alisó el vestido, respiró hondo y con su mejor sonrisa les hizo a todos un corte de mangas.
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