lunes, 18 de julio de 2016
¡AL RÍO!
¡AL RÍO!
Tal día como hoy, dieciocho de julio, volvíamos cansados, desarbolados , a la caída de la tarde del río.
Habíamos salido temprano, con la fresca desde nuestro barrio, bajando por la carretera de Aragón , en camiones descubiertos, motos con sidecar e incluso en galeras de la busca.
Bajábamos hacia el río Jarama, al puente de Mejorada o a Paracuellos. Un ejército de niños, mujeres y viejos y algunos hombres para pasar el día a la orilla de sus aguas verdosas. En sus playas arenosas por donde corría un río manso y templado desembarcaba una multitud gritona y desarrapada.
El sol brillaba en lo alto y quemaba en los hombros. La arboleda de fresnos y chopos se estremecía con la brisa cálida que cruzaba los campos segados.
Subían hacia el cielo humaredas de fuegos hechos sobre gruesas piedras de pedernal.
Los calderos de patatas con conejo perfumaban el aire con aromas de laurel y aceite frito.
En la orilla los muchachos se bañaban metidos en cámaras de neumáticos,chapoteando en el lodo que se mete entre los dedos de los pies.
La orilla contraria está sombreada de sauces y allí el agua corre más fresca. Algunos llegan hasta allí nadando y se vuelven como de una aventura arriesgada, resollando.
Es el dieciocho de julio. Fiesta para los obreros de la ciudad que bajan al río a refrescarse del largo verano de sus barrios, de los olores de las alcantarillas, de los tejados recalentados y las calles polvorientas.
Las chicharras chillan y la calima espesa el aire.
Las bandadas de pájaros bajan también a beber al río. En una charca unos críos buscan renacuajos.Es el mediodía, cuando el calor aprieta en aquellos páramos .
Son los primeros años sesenta. Todavía la gente no va a las playas de levante. Aún las fotos tienen color sepia y los coches son muy viejos, los bañadores feos. El tiempo corre lento imperturbable.
La gente pasa sed. Algunos beben vino ,quizá demasiado. Entre las ramas ,metidas en una red hay puestas a refrescar unas sandías y unas limonadas en la corriente.
Se oye la radio de algún coche,una música lejana y gangosa. En un corrillo se oyen unas palmas y algún cante desentonado. El llanto de un niño. Una mujer da su blanco pecho a su hijo y un hombre joven abraza a su novia dentro del agua. Gritos, risas , chicos que salpican con las manos.
Alguien que advierte de que por allí cubre. El miedo atávico a morir ahogados, a estropear este día de campo.
Luego ,cierta calma mientras las familias comen. Se oye un eructo aclamado con aplausos. Vuelve algún canturreo mientras corre la bota de mano en mano.
El padre se echa un cigarro apoyado en un árbol. Las mujeres recogen los restos de la comida. Algunas friegan sus calderos de culos tiznados por el humo de las hogueras. Restriegan los cacharros con arena fina de la orilla y friegan en un recodo del río.
Algunos duermen cansados del agua y el sol.
El río sigue bajando su eterna estrofa de agua, que dijera el poeta.
Algunos muchachos buscan no se qué nidos y tiran piedras al agua para hacer la rana.
Se oye el rumor de las hojas de los álamos y el zumbido de los insectos. Un camión cambia de marcha por las cuestas de Paracuellos.
El día es eterno para un niño, inolvidable.
Según pasan las horas se va viendo movimiento de gente que prepara la marcha.
A su paso quedarán los restos de la batalla: latas de sardinas, papeles grasientos, mondas de naranjas.
Llega la tarde y el cielo se va poniendo rosa, anaranjado detrás de los cerros. El sol aún calienta.
Escuecen los hombros y la espalda quemados por el sol. Alguien se refresca con un paño empapado en vinagre .
El camino de vuelta es el de una tropa derrotadas, sedienta pero quizá feliz.
En la caja de camión, en la DKW , tal día como hoy, dieciocho de julio, cansados y desarmados ,volvíamos del río.
miércoles, 6 de julio de 2016
Pequeñas cosas
Dicen que dijo John Lennon que la vida es aquello que pasa mientras nos empeñamos en hacer otros planes.
Yo me atrevería a hacerle algún cambio a esta estupenda frase Lennonista: La vida son todas aquellas cosas insignificantes que pasan en medio de los momentos importantes.
Haz memoria: trata de recuperar una imagen agradable de ti mismo, un momento que cuando lo recuerdas te hace otra vez un poco feliz.
¿No es cierto que no estabas haciendo nada importantes? ¿A que no te encontrabas en ningún sitio importante? y quizás tampoco estabas con nadie que se pueda denominar importante. Seguro que no fue firmando un contrato o comprando algo, o haciendo un examen decisivo.
Entonces, ¿Por qué recordamos esos momentos?
¿Por qué nuestro cerebro se negó a olvidar aquello, cuando en realidad, no "pasó" nada?
Parece ser que la felicidad no se lleva bien con la solemnidad.
Se queda con aquel día que...
fumabas un cigarro mirando las estrellas de no sé que verano de no se qué año.
Os reíais de una gilipollez en mitad de una soporífera clase.
Mirabas los ojos de una chica desconocida en el metro.
Chupaste un helado que se te escurría por la muñeca.
Sus labios eran de papel aquella noche, en tu barrio.
El mar dormía a pleno pulmón entre las rocas.
La sombra de aquel árbol y el agua pasando entre los dedos de tus pies.
Un poema se abrió después de llevar años encerrado.
El suelo de mármol fresco en contacto con tus plantas desnudas.
Las cortinas de tu cuarto convertidas en velas de un navío, con aquella brisa tan marinera, a la hora de la siesta.
Todas cosas prescindibles, pero que quedaron para siempre...Que no tuvimos que aprenderlas, ni justificarlas, ni presentar un certificado....
Entonces, dejemos de preocuparnos por las cosas importantes y vivamos las pequeñas cosas imprescindibles.
.....Y claro escuchemos a los que saben....Pequeñas cosas,JM Serrat
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