sábado, 13 de agosto de 2016

VALLE DE CABUÉRNIGA

(A mi amigo Manolo Traba que me descubrió este valle) Cuando atardece por el suroeste los montes oscurecen como el vientre de una loba. Se encienden las luces de los caseríos y solo se oyen las esquilas de las vacas desamparadas en los altos prados del puerto. Después del último chaparrón brillan algunas estrellas en un cielo recién lavado. Se alejan los últimos truenos de la tormenta de verano. Un olor dulzón a heno y hojarasca se desprende de las campas. A este ocaso le llaman ,por estos valles cántabros, El sol de los muertos,sobre el que escribió el escritor de la tierra,Manuel Llano. Es el sol de la tarde que se lleva a los difuntos. Ese sol que se deja ver en los días de llovizna y que entonces, los regresa a la vida, aunque sea para echar un cigarro o volver a oler el hinojo de las cunetas. Ya de noche, por la ladera, aparecen intermitentemente los faros de un coche o un camión que serpentea por los balcones del valle. Pienso si subiendo por los altos prados las vacas acabarán pastando en la vía Láctea que hoy difumina su camino lechoso de sur a norte. Entre los robledales y las fresnedas corre un arroyo que suena como el mar, imitando un oleaje de hojas y viento sin marea, descendiendo hacia el Saja. Los aleros de las fachadas calizas gotean y rezuman frescor y una paz de siglos y silencios. Terán,El Valle,Sopeña, Barcenillas,Ruente,Ucieda forman una cuerda de casonas de piedra junto a la carretera que vigila la aldea de Lamiña. Lejano se oye el ronquido monótono de un camión. En alguna rama vigila el búho y zumban los insectos en un farol. Ya es noche oscura en el valle. Lo dicen los ladridos de algunos perros desvelados.Lo dicen los pasos sonoros de alguien que cruza la plazuela del pueblo, los mugidos que vienen de la hondonada oscura. El Valle de Cabuérniga se duerme escuchando el quedo rezo de la fuente.

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