lunes, 31 de octubre de 2016

CEMENTERIOS

A lo mejor porque me crié junto al gran cementerio de la Almudena y porque jugué de pequeño entre aquella marmolería donde esculpían cruces y lápidas, los cementerios han tenido par mí un carácter casi familiar. Aquellas estatuas de ángeles desconsolados con las manos en la cabeza, esas losas de piedra gris ,con estelas casi borradas de los nombres de unos muertos de los que ya nadie se acuerda. Yo pasaba por allí camino del colegio y podía ver entre las rejas las veredas de cipreses con aquella soledad ,casi plácida.
Allí no había nieblas románticas ni sombras acechantes como en los cuentos de Bécquer. Solo los panteones, y ese bosque de cruces y los pájaros cantando.
Hoy he ido por primera vez a un viejo cementerio del Barrio de Carabanchel. El día soleado parecía de finales de agosto aunque estuviéramos a finales de octubre. Precisamente por estar próxima la festividad de "Los Santos", estaba muy concurrido. Los puestos de flores llenos de claveles y crisantemos . Grupos de familias llegaban cargados con los ramos, el cubo y el cepillo para hacer limpieza. Una vez dentro contrastaba el silencio grave y doliente de los que acompañábamos la comitiva del entierro con el bullicio de la gente que se repartía entre las estrechas calles de la sacramental. Algunas familias habían acudido con niños que se sentaban en las lápidas y correteaban entre los mausoleos.
A primera vista resultaba chocante pero me recordó aquellos lejanos primeros de noviembre de mi infancia en que las familias al completo pasaban la mañana e incluso comían y bebían junto a la tumba de sus seres queridos.
Ahora hemos importado la fiesta de Halloween. Dicen que sirve para que los niños desdramaticen estas fecha fúnebres. Pero yo no veo ente calabazas, brujas y algún que otro mamarracho nada que tenga que ver con el recuerdo de los muertos.
Aquella otra festividad parecía tener la intención de seguir contando con los que se han ido. Seguir juntándose , de algún modo en torno al abuelo, al pariente que murió, buscar, en definitiva, la normalidad en el hecho de la muerte.
Hoy tratamos de pasar de puntillas sobre este tema. Hacer lo más breve este trago y sobre todo procuramos ocultarlo a los ojos de los niños.
Quizá sea lo más conveniente. Incluso puede que dentro de algunas décadas desaparezcan los cementerios como un hecho cotidiano y quedarán como un resto histórico, casi arqueológico. Pero no deberíamos olvidar que ciertos ritos y costumbres tienen además de un carácter protocolario, el fin de mitigar la angustia del ser humano, de buscar un consuelo en el grupo que acompaña,encontrar un momento y un lugar para recordar al que se fue mientras se quedaron los pájaros cantando.

1 comentario:

Unknown dijo...

Yo he sido una niña mimada que no conoció un cementerio hasta la muerte de mi padre, y fue devastador.
A partir de entonces he conocido algunos más, y los defino como lugares de paz, donde no puede ocurrirte nada malo y donde deambular y leer lápidas es una verdadera lección de vida.
Carpe diem.