lunes, 2 de octubre de 2017

CATARATAS




Hace unos días me han operado de cataratas. El cristalino de mi ojo derecho se había convertido en alabastro. Se negaba a dejar pasar imágenes, sólo una luz tenue,como la pantalla de pergamino de una lámpara .Lo que tiene el hacerse viejo.
Después de tanto ver, de tanto mirar, estaba cansado. Ha visto el siglo veinte y el veintiuno. Ha visto caer regímenes y aguaceros. Ha visto llegar los inviernos y secarse las fuentes. Ha  leído centenares de miles de páginas, contemplado tres o cuatro mares.Ha contemplado su propio rostro y el de otros miles, la mayoría agradables y algún que otro malnacido. Se ha lavado con alguna lágrima salada...
En fin que estaba amortizado.Incluso se podía dar por satisfecho.
Felizmente me han operado en una sesión de quirófano psicodélico donde vi brillar planetas y amebas, un caleidoscopio de cículos y colores que no estuvo nada mal. Le doy las gracias a mi médico que me contaba chistes mientras me operaba.
En apenas dos días he vuelto a recuperar mi ojo derecho.
De los ciento ochenta grados de visión sólo disponía de noventa. No me apañaba mal. Creía que total, casi era lo mismo y por eso lo fui dejando. Ahora, cuando recupero todo el campo visual, cuando recupero los relieves, la profundidad de las cosas,me doy cuenta de lo equivocado que estaba.
No se puede ver solo por un solo ojo.Te engañas, y lo que es peor , te acostumbras al engaño.
Y digo esto ahora que a este país-llámalo como quieras- se empeña en mirar con un solo ojo.
Este país, España , tiene  también cataratas. Sus políticos, pero también, nosotros los ciudadanos  estamos tuertos de un ojo y vamos por ahí presumiendo de lo claro que lo tenemos.
Cada uno se tapa el que quiere, ve su parte y se niega a ver la del contrario.Ojos faltos de empatía, ojos miopes, astigmáticos, présbitas. Ojos que no saben mirar más que lo que les interesa.Ojos que no saben hablar. Que desprecian la mirada del otro. Ojos que de seguir así se convertirán también en alabastro.
Ahora disfruto de recibir imágenes que se me escapaban. He dejado de chocarme con las ramas de los árboles que no me dejaban ver el bosque. Ya puedo volver a jugar al ping pong, ya puedo volver a ver a los que tenía a mi derecha. Es una sensación muy reconfortante. Os la recomiendo.A todos, a todas, quitaros la catarata, mirad por los dos ojos, se siente uno mejor y el cielo es más azul.

5 comentarios:

RAMON BONILLA SOLIS dijo...

Muy bonita ésta parábola socio-médica.Me alegra que hayas vuelto a ver la realidad, la otra mitad de la realidad. Ojalá muchos políticos se operasen de cataratas... pero me temo que no sería suficiente, porque,como dicen mis alumnos ciegos de la Escuela de Fisiotrapia de la ONCE: no hay peor ciego que el que no puede oír.Yo creo que muchos políticos combinan ambos defectos. Un abrazo.

Felipe dijo...

Otro para ti, Ramón

Felipe dijo...

Otro para ti, Ramón

Patricio dijo...

Ver las noticias últimamente me desgarra por dentro. Reaparecen la brutalidad y los cantos clamando la horca en una España que se arranca los ojos... La verdad, me iba a ir a la cama cabizbajo y vacío, pero necesitaba un soplo de aire. Estaba yo pensando en algún articulista que me levantara el ánimo con una visión aérea y casi mística, y apareciste tú, Felipe. Mira tú por dónde, tu filípica acierta como un dardo en el centro de la diana. La falta de miras, la estrechez y la cerrazón se curan haciéndose uno ver las cataratas. Y no puede otro hacerlo por uno mismo. Eso es lo que necesitaba oír.

Felipe dijo...

No sabes la alegría que me da ,Patricio, de saber que mi filípica te ha servido para levantar el ánimo. No eres el único que se encuentra en ese estado mirando a esta España a la que no sabes si querer u odiar o las dos cosas a la vez.
Las redes sociales rebosan odio, como hacía tiempo que no veía ni leía.
Pero no es más que un asunto coyuntural.
Le decía a un amigo que ellos ( pon ahí a quien quieras) siempre estarán ahí, no van a cambiar, lo importante es que nosotros sigamos siendo nosotros, y no nos contagiemos de ese ellos, tan difuso y tan encarnizado.
un abrazo, Patricio. Añoro tu bandoneón.