En su viaje a la Alcarria, C.J. Cela dice que es aquel un lugar donde la gente no va porque no le da la gana. A mí sí me ha dado la gana de ir hasta su capital, tomando un tren de cercanías y sin otra motivación que ocupar la mañana en algo.
El tren pasa a espaldas de las ciudad y según se llega se ven desde la ventanilla patios traseros, ropa tendida, naves industriales, solares comidos de hierbas y maquinaria abandonada. Ello recuerda la fea parte posterior de un decorado que más tarde visitaremos.
En algo así como una hora se llega a la Estación de Guadalajara desde Madrid. Allí, ya encontramos jubilados desocupados y mirones, de esos que nunca faltan en las estaciones ferroviarias.
A la salida encontramos el Paseo de la Estación, una carretera recta salteada de plátanos de sombra que le dan al lugar un aire de pueblo manchego con su carretera general y todo.
Un cierto aire de años pasados en blanco y negro hallamos en una confitería donde se venden bizcochos borrachos o en una pensión de viajeros estables.
Llegando al puente vemos la fronda que cubre al río Henares y que baja formando barrancos rojizos a modo de muralla. El puente por el que cruzo acompañando a una legión de estudiantes quiere tener un aire futurista pero se queda en una apariencia de parque de atracciones.
Los estudiantes se quedan en la escuela de Magisterio y yo me quedo haciendo una foto a la iglesia de los Remedios. Al frente la gran explanada donde navega la nave del Palacio del Infantado, la joya de la corona. Ya hemos llegado al imperio de los Mendoza, militares ,cardenales, gente muy principal que fueron los amos de esta Guadalajara soleada. Alguno ,como yo, pensará que cómo les daría a estos nobles personajes por levantar tanto palacio para tan poca ciudad.
Como el palacio está cerrado por obras me conformo con rodear sus arcadas renacentistas y ver los jardines anejos que exhalan un agradable olor a boj.
Al centro se llega pronto por una cuesta no muy empinada que se llama calle de Miguel Fluiters y más tarde calle Mayor.
Por aquí encuentro una placa que recuerda un capítulo del mencionado "Viaje a la Alcarria" cuando por aquí pasó el insigne académico, don Camilo antes de ponerse tan gordo.
En frente hay una cuchillería donde además de venderse cuchillos y navajas se hacen copias de llaves y quien sabe cuantas cosas más. Un poco más allá "·La casa de las Cortinas", en tiempos próspero comercio que surtiría de telas y persianas a estos pueblos alcarreños donde la solanera suele ser de armas tomar. También encontrará el turista tiendas de fotografía, aparatos para sordos, mercerías que anuncian bragas de gran tamaño y algún bar con muebles claros donde tomarse uno un café, pues mira que bien.
Enseguida, la Plaza Mayor con un ayuntamiento al que quizá le sobre algo de solemnidad.También la central de Teléfonos y un cedro señorial. Allí comienza la Calle Mayor que termina en una plaza que si no entendí más se llama del Jardincillo.
Gustan mucho las columnas que forman un breve pórtico frente al ayuntamiento y que no pueden faltar en una plaza castellana que se precie.
Allí tuve la ocasión de cruzarme con dos monjas de hábito pardo y toca blanca a las que no les faltaban las inevitables gafas de monja y que parecían formar parte de la figuración.
Y es que en cuando uno se sale de esta calle y de estas plazas, se sale uno de la película., pues a la espalda sólo encuentra horrendo edificios de los años setenta, una vuelta a la arquitectura del telón de acero, escaleras mordidas por el tiempo y la incuria y alguna meada de perro.
Pero la mañana es grata y doblando una esquina se encuentra uno con la iglesia de Santiago edificada en el siglo XIV en ladrillo mudéjar y con acceso libre,¡Dios sea loado! Su interior, sencillo pero armonioso, me permite unos minutos si no de recogimiento al menos de descanso.
Casi enfrente se encuentra el Palacio de los Mendoza que hoy es un instituto de Secundaria. Desde el patio , a través de los ventanales, podíase oír la voz paciente de una profesora y algunas voces desordenadas de adolescentes. No queriendo molestar salí sin ser notado.
Quedaban por ver alguna iglesia y otros lugares principales, pero no se trataba de agotar hoy todo el itinerario, pues es esta ciudad cercana y de fácil acceso y tiempo habrá de volver otro día.