Este chopo o álamo que crece junto a la orilla del cualquier idea o triste pensamiento, recibe su nombre del temblor que recorre su copa y hasta mueve sus hojas al menor soplo de aire premonitorio o contratiempo.
Teme al invierno y a la soledad, al abandono y al hastío. Teme a los largos meses de escarcha y a la nostalgia del sol y de los pájaros.
El álamo temblón tiene miedo de las noches sin luna y de las promesas incumplidas.
En su blanca corteza dicen que escriben su nombre los suicidas y dibujan corazones los enamorados fugitivos.
Cuando llega el invierno queda desnudo en medio del páramo y apenas proyecta la débil sombra de la mala suerte.
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