martes, 2 de octubre de 2018

Teatro




Cuentan que los dioses siempre ociosos se aburrían mortalmente en su Olimpo (algo de mortales tenían que tener)  y cierto día  a uno de ellos se le ocurrió inventar el teatro.
De la nada sacaron a los Hombres para que interpretaran una obra que les entretuviese.
Pero los hombres niños eran torpes y torpemente balbuceaban palabras, frases sin entender lo que decían.
Según iban creciendo,ya adolescentes, confundían sus papeles, se rebelaban contra su propio personaje y se sentían ridículos,maltrataban su vestuario y se pintaban la cara y el cuerpo con tatuajes.
Los hombres actores, poco a poco y a base de golpes , fracasos y resignación,  acababan por aprenderse el guión hasta tal punto que ya en su madurez terminaban por creerse que se habían convertido en el personaje que los dioses les habían asignado.
Así, cada día, salían a representar aquella obra que ellos creían que era su propia vida.
Pero aquel engaño acababa por desvelarse cuando los actores llegaban a su vejez y empezaban a olvidar su texto.
Primero los nombres, luego los lugares y por último su propia personalidad. Hasta tal punto que un día,cuando les tocaba salir a escena , sentía la angustia de no recordar ni una palabra de lo que debían decir.
 Entonces se convertían en figurantes que no hablan, que solo deambulan por la escena sin saber qué hacer ni por qué están allí. Los demás actores les toman de la mano, les sientan en una silla, les ofrecen un vaso de agua, toman sus palabras y  las dicen  por ellos,con una mezcla de compasión y tristeza.
Dicen que así ,como un sueño, como una obra de teatro imperfecta, es la vida de los hombres.

1 comentario:

Unknown dijo...

Qué poético! Se lo he leido a una amiga camino de Oporto . Ya tienes otra fan