jueves, 31 de enero de 2019

Ali Bey y las cigüeñas



Cuenta el famoso viajero y espía Ali Bey que allá por la populosa ciudad de Fez existe un hospital de altas y holgadas estancias donde se cuida además de a las personas también a garzas y cigüeñas heridas.
Y dicen que lo hacen porque allá, en aquellas tierras moras creen que estas grandes aves no son sino seres que aquí toman apariencia de pájaros pero que al retornar al otro lado del océano vuelven a recobrar su naturaleza de seres humanos como nosotros.
Es por eso que allí se expone a duros castigos quien hiciere mal a estos animales voladores.
Son estas aves zancudas animales benéficos que nos libran además de serpientes , ratones y otras alimañas molestas.
Cuenta Ali Bey, el famoso viajero y espía al servicio del rey de España, que en aquel hospital vendan sus patas quebradas y las alimentan hablándoles con palabras cariñosas. Esperan así que algún día puedan oír su voz humana y sabia.


Compréndese de este modo que las gentes sencillas de muchos lugares crean, como los niños, que son estas cigüeñas quienes traen en el pico a los hijos y que van dejando por chimeneas y azoteas su carga de niños envueltos en pañales blancos.
Achacan las gentes a su carácter pacífico el que aniden en los campanarios de las iglesias y mezquitas, como si, de ese modo, quisieran aprender los rezos y plegarias que se oyen en tan piadosos lugares.

¡Quién sabe si hay algo de cierto en estas viejas historias que cuentan los rapsodas por plazas y mercados! Aquellos que dicen que este o aquel pájaro es en realidad un noble castellano o una dama principal que deja su palacio de España para viajar por el aire atravesando los tejados de Fez, Tánger o Marraquech hasta alcanzar las altas montañas del Atlas.
Contaba un sucio charlatán con turbante a quien quisiera escucharle que hace algún tiempo apareció una cigüeña bajo cuya apariencia se escondía en realidad un poderosos visir que de ese modo quería conocer cómo vivía realmente su pueblo.


Miraba desde lo alto como eran sus humildes hogares y cuan amargo era el pan que comían muchos de sus súbditos.
Pudo ver la crueldad de algunos de sus soldados con los más débiles y la usura de los ricos comerciantes. Se compadeció de los muchos niños que vagaban abandonados por las callejas oscuras y lamentó la soledad de las viudas y enfermos.

La cigüeña sobrevoló los barrios altos y opulentos de grandes muros donde el placer y el exceso resaltaba con la miseria de los pescadores que vivían junto al puerto o la de aquellos que moraban en cuevas y cuadras de animales.
Y dice quien lo cuenta, quien sabe si miente, que el gobernador cigüeña recuperó su naturaleza humana y puso empeño en acabar con tanta injusticia y tanto dolor dando al que nada tenía tomándolo de quien le sobraba. Castigó a los impíos y reconfortó a los huérfanos y viudas. Mandó baldear y enjalbegar las calles y casas y expulsó a usureros y ladrones.
Y dice quien lo refiere, él sabrá si miente, que desde la torre más alta de la ciudad de Fez sigue vigilando una cigüeña a las gentes que allí viven.



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