Cuando uno contempla los restos arqueológicos de un urbe romana, o un poblado celtíbero no busca los tejados que el tiempo y el viento arrasaron. Ni las puertas ni las paredes derrumbadas. Mira uno sólo las nobles piedras alineadas que señalan lo que fue la calle, el templo o la plaza pública.
Para ello hay que poder, saber y querer mirar. Si no, no verás más que piedras, los escombros...
Así ocurre con la geografía de un rostro humano, con la arquitectura de un cuerpo que se levanta desde el suelo. Hay que saber mirarlo o solo hallarás las grietas de la vejez,los estragos de la edad.
Pero no busquéis solo lo que los años se llevaron: la dentadura blanca y lunar, el brillo del cabello, el porte erecto como un chopo, la joven tersura de los pómulos. Buscad lo que quedó, lo que la ventisca de la vida no pudo borrar. Mirad lo que queda, debatiéndose contra el dolor, la enfermedad, el frío del desánimo y la soledad.
Como las viejas y bellas piedras hablan guardando silencio. La mirada azul, la sonrisa discreta, la voz que aun erosionada guarda la calidez de lo que fue. Y hasta la sombra que siempre nos acompaña y en la que uno se reconoce y que no envejece jamás.
Hay que querer y poder ver en ese ser algo más de lo que muestra.
Mirad en sus manos lo que fue, lo que trabajó, lo que levantó con ellas. Esas manos que amasaron pan, acariciaron hijos, dieron placer, empuñaron herramientas.
Miradlas ahora, sarmentosas, artríticas, cruzadas de azules venas,doloridas pero capaces aún de sentir, de rozar una guitarra o el terciopelo de un gato. Manos activas que tejen, escriben, cocinan, pintan, o rezan.
Apreciad lo que de hermoso queda en esa arqueología humana que nos enseña qué fuimos, qué somos y qué seremos.
Es cierto que nos hubiera gustado ver el esplendor de los palacios árabes, el mármol pulido de los templos griegos, el dorado brillo de los retablos. Pero sabiendo y queriendo mirar, se nos aparecen hermosas las estatuas mutiladas, las columnas de capiteles rotos,los claustros cubiertos de musgo.
Sombra de lo que fueron, sombra de lo que seremos.
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