lunes, 11 de febrero de 2019

Ali Bey viaja a Marrakech y Mogador








Dejó escrito Ali Bey, para quien lo quiera leer, que después de algún tiempo dejó la ciudad de Fez para ir a Marrakech , que él entonces llama Marruecos y finalmente llegar a la isla de Mogador o Essaouira.
El camino ,allá por el año de 1802 era malo e incierto, como en todo el reino de Marruecos. Se queja él de que le acompañó un tiempo turbio con ráfagas de agua que convirtieron aquellos senderos en un calvario escurridizo.



Ali Bey, que en realidad era el sobrenombre de don Domingo Badía, gentilhombre catalán, ilustrado aficionado a la astronomía, la botánica, la geografía y la lingüística, aquella noche , oyendo caer la lluvia sobre su haima, quizá en un momento de desánimo escribió a la luz de su candil estas tristes reflexiones sobre los funestos efectos que los dogmas religiosos traían para los pueblos y las naciones:"...¿Cuál es el Culto en la Tierra que no haya servido a la codicia de los charlatanes o a la necia timidez del pueblo?..."
Levantáronse muy de mañana, con el mismo tiempo de todos los demonios de la noche anterior y se dispusieron a cruzar un río que llaman Morbea y que naciendo en los fríos  manantiales del Atlas vuelve allí sus aguas turbias y cenagosas como las del Nilo.
La peligrosa corriente hizo peligrar a hombres y bestias de manera que tardarían en vadearlo más de cinco horas. Cuando lo consiguen hacer y desde un alto promontorio ven y oyen bramar el mar en donde desemboca el río. Y desde allí ven maravillados como tiñe este de rojo las aguas del mar en varias millas. Este suceso que para las gentes del lugar resulta inexplicable, da lugar a cuentos y leyendas que hablan de un terrible combate entre dos ejércitos que aquí mismo se aniquilaron y que trocaron las aguas en sangre para siempre, dejando al río como mudo testigo de tan gran desgracia que no debieran olvidar las generaciones futuras.

Ali Bey nos aclara que la explicación es mucho más prosaica ya que este fenómeno se debe a las rocas de feldespato rojo que araña la corriente.








Ya cerca de Marraksch , Marrakech o Marruecos que de todas estas formas se conoce por entonces, divisan mujeres lavando en el río y traspasando el puente son recibidos por el Cheik, una especie de gobernador dela ciudad que le recibe con mucha ceremonia y le entrega como regalo una docena de gallinas y un carnero.
Satisfecho, Ali Bey contempla la ciudad a cuyas espaldas, en la lejanía, pueden verse los altos montes del Atlas, con sus cumbres cubiertas de nieve.








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