viernes, 29 de junio de 2018

Gente de nuestro barrio: ...y diez. Javi y su patín.


Javi, once años y un patín. Baja por la cuesta de la avenida de los Almendros a mil por hora. El viento le da en la cara, algunos rayos de sol, entre las hojas de los árboles, le deslumbran. Ni el más intrépido marino fue más feliz al cruzar el cabo de Hornos. Nadie, ni el piloto de Fórmula Uno, ni el ganador del Tour bajando el Tourmalet.
Javi, once años ha tocado la felicidad.
Luego cuando crezca la buscará estudiando para una profesión de futuro. La perseguirá detrás de la persona de quien se  ha enamorado... Y encontrará la pasión, el amor, el desengaño, la ambición, también ratos felices.
Pero esta felicidad, la que hoy le da en la cara, con sus once años, bajando con su patín por la avenida a mil por hora, saboreando el tiempo lento de los últimos meses, de los últimos días azules de la infancia, esa felicidad ya no volverá.




Nota: como lo poco deleita y lo mucho cansa, doy por terminado, de momento al menos, esta serie de apuntes sobre personajes de nuestro barrio, gente corriente, buena gente.
De la otra ( de la chunga)también hay - hoy uno ha estado a punto de atropellarme junto al hombre negro del paso de cebra- pero no pienso dedicarles un minuto.
Quien quiera saber de esa mala gente, no tiene más que poner el televisor ; allí encontrará una amplia y variada galería de crápulas, corruptos, amargados,  impostores, miserables, gilipollas con o sin máster, y múltiples  variedades taxonómicas de hijos de puta.
Dan mucho juego para urdir tramas literarias, series de éxito o llenar platós de televisión. No me interesan. Prefiero hablar de la gente que nunca sale en los periódicos ni en los informativos (salvo catástrofes naturales) la gente como los que habéis tenido la paciencia de leer estas líneas y a quien agradezco sinceramente vuestro tiempo.
Que paséis un buen verano.

jueves, 28 de junio de 2018

Gente de mi barrio (9)La abuela Maribel






Maribel está preparando el puré de su nieto. Una patatita, un puerro, zanahoria, un chorrito de aceite, una pechuguita de pollo…
Maribel hoy tiene en casa al hijo de su hijo. Es una abuela joven porque fue también una madre joven. Tiene el pelo corto, un rostro alegre y una pulsera en el tobillo.
A Maribel le encanta ser abuela pero también muchas más cosas. Escribe relatos de misterio, practica natación dos veces en semana y le gusta ir de viaje en tren.
Por eso sus hijos saben que pueden contar con ella siempre que la necesiten a condición de que entiendan que el tiempo de dedicarse full time a los niños ya pasó para ella. Ya no quiere ser madre otra vez.
“Yo tengo mucho repertorio todavía” dice a sus amigas de tertulia literaria. Sus recién cumplidos sesenta años no pueden esconder la belleza de su mirada, la ligereza de sus pies.
Dice Bob Dylan que si mantienes tus manos siempre activas y tus pies siempre ligeros, entonces tú podrás permanecer siempre joven. “For ever Young”
Hombre for ever, for ever, es mucho decir, pero sí es verdad que  le queda un buen trecho para sentirse viva, para  sentir que cada día ,al levantarse, hay razones para arreglarse y ponerse guapa, guapa para una misma, que es para quien hay que ponerse guapa.
Maribel rebaña el plato del puré y goza viendo a su nieto con los morretes manchados pidiendo más. La sangre, la vida se renueva, pero cada uno debemos vivir la nuestra. Sin renuncias. Ya se encargará el tiempo de limitarnos. Pero ahora de momento, Maribel se mira al espejo y se dice: ¡Chica, qué bien te veo!


Nota: en nuestro barrio hay muchas Maribeles, ponedle vosotras mismo el nombre-

miércoles, 27 de junio de 2018

Gente de mi barrio (8) Rachid






La primera vez que saludé a Rachid me llamó la atención la forma como lo hizo. Estrechó mi mano con su mano derecha y se llevó la izquierda al lugar donde está el corazón.
Rachid frecuenta un bar cercano a la plaza de las Ranas, allí toma su café y, acodado en la barandilla de la plaza,  fuma varios cigarros conversando con algunos amigos.
“Ya sé que a algunos espanioles no les gusta que llevemos la chilaba, pero es que en verano es lo más fresco”, me dice Rachid que  es un hombre joven de apenas cuarenta años. Para él su mayor tesoro son sus tres hijos. Su mayor pena la hija que perdió.
Aquel fatídico día en que un accidente le privó de la  sonrisa de su niña, Rachid me enseñó como un ser humano puede afrontar el mayor dolor sin ceder a la desesperación. Su abrazo me reconfortó a mí, en lugar de consolarle yo a él. Fui a su casa a ofrecerle mis condolencias. Vive en una casa que se construyó él mismo con ayuda de amigos y familiares. Arriba tiene una azotea o terrado dónde la ropa se seca al sol, ondeando como banderas de colores. Desde allí se ve el barrio de casas bajas de la Cañada, con sus pequeños huertos, su calle polvorienta. Un poco más allá los bloques de edificios. Unos metros que separan dos mundos que apenas se conocen.
Rachid tiene unas manos enormes con el rastro indeleble que deja la grasa de los motores de los coches pero también tiene una sonrisa indeleble que no se quita casi nunca.
Rachid vino desde su pueblo en las montañas del Rif, con la idea de que España fuera una especie de etapa  prólogo para saltar a Francia. Allí tiene familia y la ilusión, seguramente infundada, de que las cosas están mejor. Pero Rachid, al contrario de lo que hacemos los españoles, jamás habla mal de España.
“Nos han tratado siempre bien, sobre todo a mis hijos, ellos también lo están pasando mal, por eso yo les agradezco a los espanioles lo que me han dado, aunque sea poco.”
La plaza de las Ranas, la plaza más multicultural de Rivas se va quedando solitaria, cada mochuelo se va a su olivo y allí se quedan las luces de las farolas y el chorrito de la fuente.

 Nota:Rachid tiene otro nombre, pero la misma sonrisa.

lunes, 25 de junio de 2018

Gente de mi barrio (7)El hombre de negro del paso de cebra.


El hombre de negro está pintado en una chapa rectangular caminando sobre unas rayas también negras enmarcadas en un triángulo blanco. Vive allí clavado en un poste metálico cerca de la rotonda.
El hombre de negro mira con envidia a otros hombres-muñecos que viven en los semáforos. Ellos tienen pareja: hombre y mujer, mujer y mujer, hombre y hombre. Además brillan con luces de colores verdes y rojas.
Él está solo allí, a la intemperie, sin nadie que le acompañe. Es apenas una silueta oscura, impersonal desprovista de ojos para mirar o boca para hablar. Congelado en una zancada que nunca acaba de avanzar ni de retroceder.
Sabe que hay otros hombres de negro como él en otros pasos de cebra, pero están lejos, no puede hablar con ellos ni compartir sus experiencias. Son hombres solitarios, incomunicados.
Por eso el hombre de negro del paso de cebra tiene ese aspecto triste, meditabundo.
Sumido en estos negros pensamientos ve acercarse a un padre con su hijo agarrados de la mano. El padre señala con el dedo al hombre de negro y le dice a su hijo que antes de cruzar hay que mirar. Entonces siente que, bueno, al fin y al cabo sirve para algo: para que crucen sin miedo los niños, los ancianos de paso lento y vacilante, los corredores que cruzan veloces, los perros con sus amos, el paseante sin prisa, decenas de peatones. Los coches cuando le ven reducen la velocidad, salvo alguno que va distraído o agobiado por las prisas o por la mala leche.
Más animado, el hombre de negro, cuando nadie le ve, bosqueja una sonrisa de emoticono y piensa que en esta vida, al final, todos servimos para algo.

sábado, 23 de junio de 2018

Gente de mi barrio (6) Nicolás, el maquinista.




Nicolás es el maquinista que maneja la excavadora  esa que hace zanjas por nuestras calles del barrio.
Él,con su gran pala articulada va convirtiendo la avenida en una especie de frente de guerra de trincheras .
Hoy hace calor, mucho calor y Nicolás se toma un respiro sentado en la acera, a la sombra. Fuma un cigarro contemplando los destrozos que ha hecho en la calzada. Debajo del asfalto está la arena de la playa que buscaban los del mayo francés.
Pero Nicolás no busca playas. Él hace hueco para meter las grandes tuberías que más tarde enterrará.
A muchos niños pequeños les gusta jugar con excavadoras de juguete en el arenero. A Nicolás ya no le divierte tanto. Tiene el rostro oscurecido por el sol, el cuello sudoroso. Algunos nos quejamos de que el aire acondicionado de la oficina está demasiado alto o demasiado bajo. Nicolás tiene un botijo colgado de un gancho, de esos de toda la vida para conservar el agua medio fresca.
Acabada la pausa y el cigarro, Nicolás vuelve al tajo. Levanta cascotes, tierra y raíces. De la zanja sale un olor húmedo y sofocante. Entre el ruido y el polvo se oye música saliendo de la radio. ¡Vamos, Nicolás,duro, que ya es viernes!





Nota: Los nombres de los personajes son inventados.Los personajes me los encontré por las calles y así los imaginé.

viernes, 22 de junio de 2018

Gente de mi barrio (5). Lali, la profesora se jubila.





Paso junto a un colegio del barrio. Últimos días del curso. De las ventanas salen voces infantiles, alboroto, la voz expeditiva de la maestra. De improviso, de los altavoces sale un pitido y se oye, algo molesta, la megafonía. Unos niños leen, titubeantes un texto: “Hoy queremos decir a nuestra profesora Lali que se jubila que la vamos a echar de menos” Luego le siguen unas cuantas frases más de esas que se le preparan al que mejor lee de la clase para que las diga y que el chico, con los nervios, lee fatal.
La despedida sorpresa se produce dentro del colegio, desde fuera no le podemos poner cara a la profesora que se jubila. No importa, así le pondremos todas las caras de maestras y maestros que después del verano ya no volverán a estos patios ni a estas aulas.
Años, décadas escribiendo la fecha en la pizarra. Excursiones al zoo, tablas de multiplicar, días y días pidiendo en vano  silencio, pidiendo calma, poniendo tiritas, corrigiendo interminables montones de ejercicios. Días de sopor y de ilusión, de cansancio,  de algunas broncas y llantos, de charcos helados y de calores saharianos.
La maestra se jubila, como se jubilan todos los que trabajan, empleados, obreros, policías, camareros, conductores y cocineros, todos cansados, un poco felices y un poco inquietos por un futuro incierto.
Esperando que no les olviden sus compañeros, que la sociedad les reconozca su esfuerzo y que los políticos no jueguen con sus pensiones, que la salud les sea propicia.
¡Adiós profe, te echaremos de menos!




Nota: los nombres son inventados. Los personajes,reales, pasaron delante de mí y yo los imaginé así.

martes, 19 de junio de 2018

Gente de mi barrio. rosa y Juli (4)






Rosa y Juli.

Son amigas, se conocen del colegio. Cada día dejan a sus hijos en el cole y van a tomar café juntas. Es el momento tranquilo del día. Unos minutos de calma, de charlar de sus cosas: de los deberes de los niños, de las vacaciones que ya queda menos, de ropa y feminismo,  y de la juventud que se nos va, chica.
Hace varias semanas que Rosa no venía por el café. Juli tomaba su café sola, charlando por el Whatsap. Juli lleva el uniforme del Mercadona donde trabaja y a donde va después de tomarse el café con el cruasán a la plancha.
Uno la ve y se pregunta qué habrá sido de su amiga Rosa. ¿Habrá encontrado trabajo, habrá cambiado de horario?
Hoy, por fin, las vuelvo a ver juntas. No paran de hablar. Muchas cosas atrasadas en estas semanas. Rosa lleva un pañuelo también rosa en la cabeza. Ha entrado en ese grupo que me dio  a mí por llamar de las mujeres piratas. Mujeres que han iniciado un nuevo combate, ¡Al abordaje con la vida!
El pañuelo de seda puesto con toda la gracia, con todo el coraje le enmarca una bella cara de mujer joven, de mujer valiente.
Su amiga Juli hoy habla por los codos, la toma  de la mano. Ahora sé que ya nunca se van a separar pues ya lo dijo alguien: la amistad es lo primero.

Nota: Los nombres son inventados. Los personajes se encontraron conmigo en algún lugar de Rivas. Yo los imaginé así.

lunes, 18 de junio de 2018

Gente de mi barrio. Jaime, el del supermercado (3)







Jaime es el encargado del supermercado de mi barrio, aquí en Rivas.
Cada día después de trastear con los botes de Coca-Cola, reponer espárragos, poner carteles con ofertas saca un pincel con pintura blanca y escribe en la puerta  del comercio un poema de Juan Ramón, de Ángel González o de cualquier otro gran poeta.
Éste, es el único comercio que he visto que hace convivir dos poesías: la de los libros de poemas y la que está encerrada entre el olor a mar de mejillones y sardinas y el aroma de cebollas y melocotones.
Jaime también escribe poemas para sus amigos, para alguna boda o celebración. Cuando entro a comprar en lugar de preguntarle por las ofertas hablamos de Joan Margarit, de García Montero.
Él es autodidacta, el modo más meritorio de acceder al conocimiento: buscándolo por tu cuenta, sacándole horas al sueño, enamorándose de las palabras sin necesidad de intermediarios ni de críticos.
Aquí la poesía se muestra como el producto más barato del supermercado. Sólo hace falta detenerse un instante y leer en el muro la caligrafía cuidadosa de Jaime regalándonos versos, imágenes, adjetivos, con gran generosidad.
En este país, en esta ciudad, donde se dan premios a tanta gente que apenas lo merece  alguien debería acordarse de Jaime que cada día nos mete unos versos entre la pescadilla, el pan y las acelgas.


Nota: los nombres de los personajes de mi barrio han sido cambiados.Los personajes reales se encontraron conmigo y yo los imaginé así.

miércoles, 13 de junio de 2018

Gente de mi barrio (2) Jose






Jose sale de la tienda del chino con dos botes de cerveza de medio litro. Se va a un banco entre los aligustres y se bebe la soledad de un trago.
Lleva en su cara las señales de los estragos que le han ido dejando estos amargos últimos años. La ceja partida de varias caídas contra la lona. En sus combates siempre sabe que va a perder, no sabe en qué asalto ,pero va a perder. Cuando uno se desliza por esta pendiente helada, cada rama a la que uno trata de asirse te hace un nuevo arañazo, cada metro de bajada te lacera, cada caída te lleva más abajo.
Con los primeros tragos siente calmarse su ansiedad, esa con la que se levanta cada mañana. El alcohol, ese viejo compañero canalla hace que el tiempo vaya más despacio, que soporte la quietud de un banco y le permite oír el canto de los pájaros.
Busca entre la ropa el paquete de tabaco y lo saca arrugado de un bolsillo. Añora aquella americana de forro azul con bolsillos interiores donde llevaba la cartera de piel, la pluma estilográfica, el móvil.
¿Qué habrá sido de aquella bonita americana? ¿Qué habrá sido de su vida, cuando tenía coche y trabajo y mujer e hijos y su carnet de socio del Atleti?
 Todo fue muy rápido ,casi sin darse cuenta.
A Jose no se le mira ni se le pregunta. Se sentiría violento él y sobre todo nosotros. Jose es un espejo en el que nadie queremos mirarnos no sea que nos encontremos una parte de nosotros mismos.
Jose pone cara a un naufragio del que ninguno estamos a salvo. Nos muestra los efectos de una tormenta social y personal que no queremos que nos pille nunca.
Él no pide, no incordia, no da el espectáculo. Se bebe a solas su fracaso y con discreción, con las sombras de la noche desaparece, no se sabe bien  a donde ni por donde.
El Principito de Saint-Exupéry preguntaba a un bebedor que por qué bebía. Este hombre triste le respondía que bebía porque sentía vergüenza. Entonces el pequeño Príncipe le preguntaba que de qué tenía vergüenza y el bebedor le contestaba: Siento vergüenza de ser un bebedor.
Jose no debería sentir vergüenza por beber ni debería beber para no sentir vergüenza. Jose debería tratar de no  combatir más contra si mismo en ese ring de la vida. Pero eso ni él ni nosotros sabemos cómo se hace. Son los malditos callejones del barrio de los que no sabemos como salir.

Nota: los nombres de los  personajes que describo en estas notas son totalmente ficticios. No así los propios personajes que efectivamente encuentro por las calles y que posteriormente convierto en ficción.

martes, 12 de junio de 2018

Gente de mi barrio: Anselmo y Wilfred


Se encuentran cada día en la puerta del Ahorramás.Anselmo le llama Wilfred al chico negro que le ayuda a llevar las bolsas , aunque , en realidad el otro le corrige: ¡Que me llamo Winfred, con N.
Pero Anselmo, que aunque vive en Rivas, nació en Vallecas hace ochenta y un años, le llama Wilfred porque dice que se parece a Wilfred Agbonavare,el que fue mejor portero del Rayo Vallecano.El portero que consiguió que los porteros de los futbolines de Vallecas se pintaran con la cara negra.Hoy hace un día de calor. Anselmo,con la mano hacíendo de visera le habla quién sabe de qué. Que si se va a ir unos días a Torrevieja con su hija, que si se ha comprado una sandía. Wilfred habla poco pero escucha mucho. Lleva una gorra y una mochililla con una botella de agua por todo equipaje.A veces le cuentas al viejo cosas de su país, Senegal. Por ejemplo de el "Thiebou diene", una arroz con pescado socarrado que no se puede comer en ningún restaurante. Solo se le ofrece a los mejores amigos. Anselmo fue metalúrgico en la fábrica de Standard de Méndez Álvaro. Por aquel entonces era comunista, del Rayo y cantante de boleros. Ahora ya solo le queda el Rayito, que este año ha subido a primera. Se quedó viudo hace cinco años. Eso sí que fue una estocada bajera, de las que dejan al toro sin aire, sin ganas de vivir.. Pero la vida sigue y siempre que llueve escampa. A Wilfred también le ha dado la vida muchas estocadas, pero ¿Quién lo diría? Tiene una sonrisa que le ocupa toda su cara negra, como un cuarto creciente en la oscuridad.Mientras van andando con las bolsas Anselmo le dice lo que va a comer hoy.
-Tengo preparado un potaje de garbanzos con bacalao como lo hacía mi Mari.¿Quieres venir a probarlo?
-Vale, cuando acabe de trabajar. Y otro día le hago yo el Thiebou diene"
-¿Ese que sólo se le hace a los mejores amigos?
Se ríen, el viejo blanco y el joven negro. Dicen que el verano ya está aquí.


Nota: los nombres de los  personajes que describo en estas notas son totalmente ficticios. No así los propios personajes que efectivamente encuentro por las calles y que posteriormente convierto en ficción.



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