miércoles, 13 de junio de 2018

Gente de mi barrio (2) Jose






Jose sale de la tienda del chino con dos botes de cerveza de medio litro. Se va a un banco entre los aligustres y se bebe la soledad de un trago.
Lleva en su cara las señales de los estragos que le han ido dejando estos amargos últimos años. La ceja partida de varias caídas contra la lona. En sus combates siempre sabe que va a perder, no sabe en qué asalto ,pero va a perder. Cuando uno se desliza por esta pendiente helada, cada rama a la que uno trata de asirse te hace un nuevo arañazo, cada metro de bajada te lacera, cada caída te lleva más abajo.
Con los primeros tragos siente calmarse su ansiedad, esa con la que se levanta cada mañana. El alcohol, ese viejo compañero canalla hace que el tiempo vaya más despacio, que soporte la quietud de un banco y le permite oír el canto de los pájaros.
Busca entre la ropa el paquete de tabaco y lo saca arrugado de un bolsillo. Añora aquella americana de forro azul con bolsillos interiores donde llevaba la cartera de piel, la pluma estilográfica, el móvil.
¿Qué habrá sido de aquella bonita americana? ¿Qué habrá sido de su vida, cuando tenía coche y trabajo y mujer e hijos y su carnet de socio del Atleti?
 Todo fue muy rápido ,casi sin darse cuenta.
A Jose no se le mira ni se le pregunta. Se sentiría violento él y sobre todo nosotros. Jose es un espejo en el que nadie queremos mirarnos no sea que nos encontremos una parte de nosotros mismos.
Jose pone cara a un naufragio del que ninguno estamos a salvo. Nos muestra los efectos de una tormenta social y personal que no queremos que nos pille nunca.
Él no pide, no incordia, no da el espectáculo. Se bebe a solas su fracaso y con discreción, con las sombras de la noche desaparece, no se sabe bien  a donde ni por donde.
El Principito de Saint-Exupéry preguntaba a un bebedor que por qué bebía. Este hombre triste le respondía que bebía porque sentía vergüenza. Entonces el pequeño Príncipe le preguntaba que de qué tenía vergüenza y el bebedor le contestaba: Siento vergüenza de ser un bebedor.
Jose no debería sentir vergüenza por beber ni debería beber para no sentir vergüenza. Jose debería tratar de no  combatir más contra si mismo en ese ring de la vida. Pero eso ni él ni nosotros sabemos cómo se hace. Son los malditos callejones del barrio de los que no sabemos como salir.

Nota: los nombres de los  personajes que describo en estas notas son totalmente ficticios. No así los propios personajes que efectivamente encuentro por las calles y que posteriormente convierto en ficción.

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