Javi, once años y un patín. Baja por la cuesta de la avenida
de los Almendros a mil por hora. El viento le da en la cara, algunos rayos de
sol, entre las hojas de los árboles, le deslumbran. Ni el más intrépido marino
fue más feliz al cruzar el cabo de Hornos. Nadie, ni el piloto de Fórmula Uno,
ni el ganador del Tour bajando el Tourmalet.
Javi, once años ha tocado la felicidad.
Luego cuando crezca la buscará estudiando para una profesión
de futuro. La perseguirá detrás de la persona de quien se ha enamorado... Y encontrará la pasión, el
amor, el desengaño, la ambición, también ratos felices.
Pero esta felicidad, la que hoy le da en la cara, con sus
once años, bajando con su patín por la avenida a mil por hora, saboreando el
tiempo lento de los últimos meses, de los últimos días azules de la infancia,
esa felicidad ya no volverá.
Nota: como lo poco deleita y lo mucho cansa, doy por terminado,
de momento al menos, esta serie de apuntes sobre personajes de nuestro barrio,
gente corriente, buena gente.
De la otra ( de la chunga)también hay - hoy uno ha estado a punto de
atropellarme junto al hombre negro del paso de cebra- pero no pienso
dedicarles un minuto.
Quien quiera saber de esa mala gente, no tiene más que poner
el televisor ; allí encontrará una amplia y variada galería de crápulas,
corruptos, amargados, impostores,
miserables, gilipollas con o sin máster, y múltiples variedades taxonómicas de
hijos de puta.
Dan mucho juego para urdir tramas literarias, series de
éxito o llenar platós de televisión. No me interesan. Prefiero hablar de
la gente que nunca sale en los periódicos ni en los informativos (salvo
catástrofes naturales) la gente como los que habéis tenido la paciencia de leer
estas líneas y a quien agradezco sinceramente vuestro tiempo.
Que paséis un buen verano.
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